Las gafas de realidad virtual de Apple: cada vez más productivos, cada vez más aislados

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La revolución tecnológica, marcada por la proliferación de smartphones y redes sociales, ha acercado los extremos del mundo, democratizando el acceso a la información y dando lugar a nuevas formas de protesta y movimientos sociales. Sin embargo, esta evolución también ha traído consigo consecuencias adversas y hasta contradictorias. Por ejemplo, el papel de Facebook en la desencadenación de un genocidio en Myanmar sorprendió a muchos. El último giro inesperado lo constituyen las gafas de realidad virtual Vision Pro de Apple.

El producto ya está disponible en Estados Unidos por $3,500. Está generando interés a través de las redes sociales, donde influencers y YouTubers lo han probado y compartido en sus cuentas. La campaña de marketing presenta al producto como una revolución, ofreciendo funcionalidades que van desde la organización de la lista de compras hasta la multitarea en varias pantallas simultáneamente. También promueve la constante disponibilidad para el trabajo, la productividad y la mezcla entre trabajo y ocio.

Una característica notable de las nuevas gafas de realidad virtual es su capacidad para sumergirte en un mundo aparte. La inmersión en pantallas, música e interfaces crea un espacio personal dentro de un entorno público. Esto se refleja en la cantidad de influencers que han utilizado las gafas en lugares concurridos para experimentar una sensación de soledad en medio de la multitud.

La dependencia tecnológica es un riesgo, ya que las Apple Vision Pro facilitan tanto el trabajo como el entretenimiento, pero su uso excesivo puede dificultar la desconexión, promoviendo adicciones y dificultades para interactuar en la vida cotidiana. La distracción y la falta de atención son otras preocupaciones, ya que afectan directamente la productividad y las habilidades sociales de las personas.

Podemos observar cómo la industria tecnológica ha sido impulsada a fomentar el aislamiento en nuestra sociedad, ya que esto beneficia sus modelos de negocio. Este fenómeno, conocido como «la economía del encierro», se ha ido construyendo a medida que los servicios de comercio electrónico y las aplicaciones de trabajo han creado la expectativa de que todo nos sea entregado, eliminando la necesidad de realizar tareas cotidianas fuera de casa, todo con el fin de aumentar nuestra productividad al minimizar las distracciones de responsabilidades no productivas.

Este sistema también transforma las relaciones interpersonales: algunas personas optan por recluirse en casa o limitarse a ir de casa al trabajo, mientras que otras se sumergen en la economía de servicios expandida. Empresas como Amazon y Uber han desafiado con éxito no solo los derechos laborales, sino también el estatus laboral de los trabajadores, al tiempo que amplían la vigilancia digital y la gestión algorítmica, haciendo que los trabajadores sean más precarios y tengan menos control sobre su empleo.

Con el tiempo, hemos observado una progresiva reducción en la forma en que experimentamos el entretenimiento: desde la experiencia colectiva del cine, pasando por el visionado familiar de la televisión, hasta llegar a la audiencia aún más limitada de los servicios de streaming y diversas aplicaciones de vídeo. Ahora, se espera que nos coloquemos un conjunto de pantallas directamente en la cara para asegurar que no podamos compartir una experiencia con otra persona. Esta evolución es preocupante y refleja la desconexión entre los ejecutivos de la tecnología y la vida real.